La indiferencia a los diferentes, que parecen vivir en un mundo ajeno, ayudándose ente ellos para no sucumbir en el terrible intento de subsistir.
Marta escucha el despertador. Abre sus ojos. Mira hacia la derecha y encuentra
su silla de ruedas plegada contra la pared. Observa la hora en su reloj de pulsera y pone cara de espanto. Comienza a llamar a su nieta Camila, pero ésta no responde. Vuelve a mirar su reloj y con un gesto de desaprobación y dolor intenta incorporarse en la cama.
Luego de diez minutos se encuentra sentada en el borde, estirando los brazos al máximo tratando de alcanzar la silla. Se estira tanto que se cae al piso.
Camila entra en la habitación, mira a su abuela de mala manera, la ayuda a incorporarse y la sienta en la silla.
Marta le pide que le alcance la ropa, pero Camila no presta atención y se va.
Una lágrima cae de su cara mientras se frota los brazos y mira a través de la puerta a su nieta hablar por teléfono. Comienza a hacer girar su silla con un leve movimiento de los brazos, pasando por el living, donde Camila la mira con indiferencia.
Marta sale del departamento, se mete en el ascensor e intenta apretar el botón para que funcione. Haciendo un gran esfuerzo logra oprimir el de planta Baja.
Ya en la puerta del edificio espera unos veinte minutos hasta que alguien la ayuda a bajar las escaleras hacia la vereda. Vuelve a mirar su reloj y comienza a andar rápidamente sin pedir permiso, esquivando las roturas de la vereda, que en tres ocasiones le hacen perder el equilibrio a tal punto que casi cae de la silla.
Cruza la calle y se demora al subir el cordón porque debe esperar otra vez que alguien la ayude. La pendiente que tiene la vereda para que pueda subir o bajar cualquier persona en su estado, esta tapada por un auto estacionado.
Logra por fin subir a la vereda, mira la hora. Brusca y velozmente recorre unos pocos metros y encuentra a su amigo parado con su bastón blanco en la mano. Lo Saluda y le pide que agarre las manijas de su silla. Comienzan así a andar juntos ayudándose el uno con el otro, hasta llegar al comedor infantil donde ayudan. Allí los niños los saludan. El señor del bastón blanco se sienta en una silla y comienza a contarles historias, mientras Marta, les prepara la comida.